Vigésimo Cuarto domingo del Tiempo Ordinario

by Diácono Juan Carlos  |  09/03/2022  |  Del Clero

El Evangelio de hoy, Jesús narra tres parábolas: la oveja perdida, la moneda extraviada, y la última parábola nos cuenta del hijo que gasta la herencia que su padre le dio. El hijo llevando una vida desordenada malgastando sus bienes, pero llega un momento en su vida que las cosas no van bien y entiende que ha actuado equivocadamente. Después de hacer un examen de conciencia regresa a la casa de su padre para pedirle perdón. El padre lo estaba esperando lejos de reclamar y poner condiciones por su mal comportamiento, sale al encuentro de su hijo y lo recibe con un abrazo y besos (Lc. 15: 11-32).

La imagen del padre que sale al encuentro de su hijo, es la de Dios y de nosotros los pecadores. En algunos momentos de nuestras vidas nos hemos perdido, nos hemos desviado y privados de Dios. Dios nos llama a vivir en su presencia nuevamente, gracias a su infinita misericordia y gran amor incondicional que nos tiene.

Tristemente somos débiles y seguimos pecando, algunas veces el pecado es grande y lo vemos, en algunas ocasiones es tan pequeño, tan finito que solo con la luz divina lo podemos percibir. Jesucristo entiende esta debilidad en nosotros por esa razón dejó instituido el Sacramento de la Reconciliación, para que cada que pequemos y fallemos después de hacer un examen de conciencia vayamos a confesar nuestros pecados. En el confesionario está nuestro Padre Dios, esperándonos con los brazos abiertos para perdonarnos.

La invitación para nosotros es de que, así como Dios nos perdona también nosotros debemos perdonar aquellas personas que nos hacen daño, nos ofenden, o “que según nosotros" nos han hecho daño y nos han ofendido. “Sean misericordiosos como el Padre de ustedes es misericordioso” (Lc. 6:36).

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