Domingo de Pentecostés

by Deacon Juan Carlos  |  06/05/2022  |  From the Clergy

Hoy domingo 5 de junio celebramos la festividad de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad.

En el (AT) Dios Padre habla y actúa en las personas, muy en especial en el pueblo hebreo. En el (NT) en los Evangelios, Dios Hijo, Jesucristo es quien actúa y habla a las personas en especial a sus discípulos; ellos habían de continuar su misión después de su partida de este mundo. De esta misma manera, en el libro de los Hechos de los Apóstoles que hemos estado leyendo durante todo el Tiempo Pascual es Dios Espíritu Santo quien actúa y habla por medio de los discípulos y de las personas creyentes: ellos se convierten al nuevo pueblo cristiano que acababa de nacer, la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios.

A Dios Espíritu Santo lo hemos recibido todos los que somos bautizados (1 Co. 12: 13). Por medio del Espíritu Santo somos sumergidos en la vida de Dios, somos injertados en el Cuerpo Místico de Jesús que es la Iglesia. La manifestación y la acción del Espíritu Santo en el creyente debería o debe de ser: hablar de las cosas de Dios y de las maravillas que hace Dios en nosotros y en los demás. Segundo, nos debe de llevar a actuar y vivir correctamente. Tercero, nos debe guiar a servir a Cristo a través de aquellos que necesitan de nuestra ayuda en la comunidad eclesial con nuestro tiempo y dones que el Espíritu nos regala.

Secuencia - Veni, Sancte Spiritus

Ven, Dios Espíritu Santo, y envíanos desde el cielo tu luz, para iluminarnos.
Ven ya, padre de los pobres, luz que penetra en las almas, dador de todos los dones.
Fuente de todo consuelo, amable huésped de alma, paz en las horas de duelo.
Eres pausa en al trabajo;
brisa, en un clima de fuego;
consuelo, en medio del llanto.
Ven, luz santificadora,
y entra hasta el fondo del alma de todos los que te adoran.
Sin tu inspiración divina los hombres nada podemos y el pecado nos domina.
Lava nuestras inmundicias, fecunda nuestras desiertos y cura nuestras heridas.
Doblega nuestra soberbia, calienta nuestras frialdad, endereza nuestras sendas.
Concede a aquellos que ponen en ti su fe y su confianza tus siete sagrados dones.
Danos virtudes y méritos, danos una buena muerte y contigo el gozo eterno.
Aleluya.

También debemos de dejarnos guiar y ser dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo. Por último, debemos estar en oración constantemente. En tiempos difíciles por los que atravesamos, ya sea en comunidad o en nuestras propias vidas, debemos invocar la presencia de Dios Espíritu Santo. El Espíritu Santo es la fuerza poderosa y divina que nos acompaña; que ha acompañado al pueblo de Dios en su peregrinar a través de la historia del cristianismo. La acción del Espíritu Santo nos debe motivar para seguir adelante en nuestro camino de fe.

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