Hermanos Podemos escuchar que desde el antigua testamento Dios siempre se manifiesta con el que lo necesita, pero también nos pide ser caritativos.

En la primera lectura escuchamos como Elías le pide a la viuda algo de comer y de beber, ella sabiendo que era lo ultimo que tenia lo compartió con el y la gracia de Dios se manifiesta para que nunca le faltara que comer ya que ella con un corazón abierto compartió con Elías lo último que tenía.

Hermanos Podemos escuchar que desde el antigua testamento Dios siempre se manifiesta con el que lo necesita, pero también nos pide ser caritativos.

En la primera lectura escuchamos como Elías le pide a la viuda algo de comer y de beber, ella sabiendo que era lo ultimo que tenia lo compartió con el y la gracia de Dios se manifiesta para que nunca le faltara que comer ya que ella con un corazón abierto compartió con Elías lo último que tenía.

Al acercarnos rápidamente al final del Tiempo Ordinario, la Iglesia nos resume su mayor enseñanza, el mayor mandamiento: “Amar al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. Cuando amamos, buscamos permanecer unidos y permanecer con el amado, y nunca ofender ni separarnos. Cuando amamos a Dios, entonces confiamos y amamos todas las cosas de Dios. Se nos enseña el amor del Padre que no quiere que nadie muera, sino que escuchemos y creamos en Su Hijo y lo sigamos hasta la Resurrección; para que podamos tener vida eterna.

El Evangelio de hoy domingo XXX del T/O (Marcos 10:46-52) nos narra la historia del ciego Bartimeo, este hombre ciego que quizá por la mañana alguien lo llevó al lugar del camino donde acostumbraba pedir limosna, quizá no se levantó pensando que ese día cambiaría su vida, cuando supo que Jesús iba pasando cerca de él intuyó que era la gran oportunidad de que Jesús hiciera algo por él, y comienza a gritar “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”, el ciego Bartimeo reconoce por la fe a Jesús como el Mesías, sabe que Jesús puede ayudarlo, y gritaba con insistencia por ayuda.

En el evangelio de esta semana, Jesús advierte a sus discípulos sobre la importancia de reconocerlo y las consecuencias que pueden venir cuando se lo niega. Dudo que la mayoría de nosotros neguemos a Jesús con nuestras palabras, pero ¿qué pasa con nuestras acciones? Jesús no solo desea que practiquemos lo que predicamos, sino que espera que realmente practiquemos lo que profesamos creer. Al reflexionar sobre el evangelio de esta semana, deberíamos preguntarnos si realmente estamos viviendo como discípulos de Cristo o si tenemos áreas en nuestras vidas que necesitan algunos ajustes.

Esta semana oímos hablar del hombre que pregunta a Jesús cómo obtener la vida eterna. Rechaza la invitación de Jesús a vender sus bienes, dar a los pobres y seguir a Jesús. Marcos nos dice esta frase devastadoramente triste: «Al decir esto, se le cayó el semblante y se fue entristecido, porque tenía muchas posesiones» (Marcos 10:22). El corazón de aquel hombre no estaba centrado en Jesús, sino en sus posesiones. Quizá Jesús lo intuyó. Ahora bien, no sabemos si Jesús tenía la intención de obligarle a hacerlo, como cuando Dios llamó a Abraham para que sacrificara a Isaac. Pero, desgraciadamente, en este caso no estaba dispuesto a confiárselo todo a Jesús. Y esto entristeció profundamente al hombre.

Para este año 2024, el mensaje del Papa Francisco con motivo de la XCVIII Jornada Mundial de las Misiones trae como lema: “Vayan e inviten a todos al banquete” (cf. Mt 22,9) Todo cristiano, desde su bautismo es llamado a ser Discípulo/misionero de Cristo. Y esta es la tarea de la Comunidad Cristiana. Vocación y tarea, es decir, llamado y compromiso de todos a: Primero, tener un “encuentro personal” con el Señor Jesús, el cual nos invita y exhorta a la conversión, a la transformación de la vida. Segundo, después del encuentro se sigue el “seguimiento”, esto es vivir en Cristo como CAMINO, VERDAD Y VIDA. Dicho seguimiento conlleva a un compromiso de cambio y renovación de la vida y de la historia.